Un poco sobre mí...

lunes, 21 de junio de 2010

Carta de una madre a su hija

Algo que mamá compartió con nosotras, aunque no fue escrito por ella, expresa lo mucho que cualquier madre podría sentir:

"Algo que encontré y deseaba compartir con mis hijas
Hay ocasiones en que una madre siente que lo ha dado todo: su vida, sus esfuerzos, su salud, no pocas veces su belleza física... e incluso, su felicidad. Éste ha sido su sentido de la vida: dar; su sentido de servir, a su familia y a Dios.

Ella siente que no pudo entregar más, que lo ha dado todo.

Ahora, se ve enfrentada a una situación que ella considera como extrema, que la hiere en lo más profundo de sus sentimientos, de su mente y de su alma. Se cuestiona hasta el límite, cuál pudo ser su error y porqué le ocurrió "esto" a su querida hija. Por momentos, se llega a sentir culpable, como deseando liberarla del dolor para cargarlo ella sobre sus hombros.
En verdad, no es su propio sufrimiento el que la carcome por dentro. Ése, ella sabe cómo enfrentarlo y darle un sentido positivo y constructivo. Tiene fe y experiencia suficiente para emprender esta nueva tarea. Lo que parece destruirla es algo diferente, una sensación de angustia e impotencia que inunda su interior. Siente que su hija aún es muy joven y ahora deberá enfrentar una vida para la cual no tiene preparación suficiente, ni medios para salir adelante en esta situación que ha creado por sí misma, quizás involuntariamente. Su temor parece ahogarla, porque no sabe cómo decirle que la vida continúa, que siempre es posible transformar el sufrimiento y el dolor en felicidad, que es humano cometer errores. Y que por ello, nuestro Padre común que es Dios siempre está con nosotros, para que le demos la oportunidad de ayudarnos a cambiar nuestros males, nuestros sufrimientos y nuestras aflicciones, en el bien que Él nos ofrece con amor incondicional.
Muchas veces cuando veo su carita triste, les pregunto, ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? Si me respondes "bien", me preocuparé mucho más. Si me respondes "mal", quiero que sepas que te comprendo. En nuestras vidas, todos pasamos por momentos de dificultad que parecen interminables; pero que sólo lo parecen.
Hija mía, yo estoy contigo cuando tú estás y cuando no estás. Tus alegrías y preocupaciones son también las mías. No es cosa de quererlo, desearlo, o de simplemente aceptarlo; este sentimiento nace de una realidad que a ambas nos supera, a ti y a mí.
Existe un lazo que está por encima de cualquier sentimiento y circunstancia, y que nos une sin permitir que nuestras vidas sean plenamente independientes, pero tampoco plenamente dependientes.
Es un lazo que nos ata en silencio, suavemente, como si no deseara interponerse en nuestras decisiones, ni en nuestras vidas personales. Pero que desea recordarnos que existe, y que nos ofrece a ambas la posibilidad permanente de apoyarnos en él, sobre todo cuando los esporádicos vientos turbulentos se presentan en nuestro existir.
Vientos que nos impulsan a dejarnos llevar por nuevos caminos, sin destino conocido. Que nos invitan a entregarnos pasivamente a los impulsos de una ventisca aparentemente sin consecuencia, pero que nos podría desviar e incluso detener, en el continuo caminar hacia el destino de nuestros verdaderos e íntimos deseos.
Es curioso, parece una contradicción: Un lazo que ata, pero que no limita; al contrario, más bien parece cuidar nuestra libertad, nuestras personas y nuestra relación. ¡Un lazo que libera!
Hoy, como madre, siento que soplan fuertes vientos, produciendo esas ráfagas de angustia e incertidumbre que arrastran a la desesperanza, con sus cambiantes direcciones, y que son capaces de confundirnos hasta el extremo de hacernos perder el sentido de la orientación, como tratando de que tú y yo olvidemos quiénes somos, y cómo somos realmente.
Quiero hablarte de tantas cosas valiosas que tenemos en común, sobre muchas de las cuales nunca hemos conversado lo suficiente, porque pocas veces nos dimos el tiempo para detenernos en nuestras vidas, para observarlas y comentarlas como amigas.
Ahora que tenemos presente la sensación de haber perdido algo que recordamos con nostalgia de pasado, pero que a pesar de todo lo ocurrido ese lazo invisible nos mantiene unidas en nuestros sentimientos con más fuerza que antes, quizás sea ésta una maravillosa oportunidad. Una nueva oportunidad de reforzar nuestro lazo, y de comprendernos mejor.
Cuando obedecemos a los deseos sin escuchar la voz de nuestro interior, es como si depositáramos nuestro destino en una hoja de otoño o en las manos de una atractiva bailarina que sigue el ritmo de cambiantes vientos, sin preocuparse por la proximidad del invierno con su llanto de lluvias. Vientos que tampoco podemos controlar, ni ver, y que no siempre sabemos hacia dónde conducirán nuestras vidas.

Hija mía, ahora comprendes mejor que antes que no es fácil el libre uso de la libertad y que jamás lo será. En el libre uso de tu libertad expresas tu voluntad, tus personales deseos; ella te permite conducir tu vida modelándola como una esforzada artista, para llegar a ser quien tú deseas ser. Pero no es fácil aceptar el precio que todos debemos pagar, cuando por causa de nuestra voluntad nos alejamos del camino que nos conduce hacia nuestra felicidad.
Porque siempre es un alto precio.
Al parecer todos tardamos en darnos cuenta de que existe un camino seguro hacia nuestra felicidad. Pareciera que frecuentemente olvidamos que la voluntad de nuestro Padre siempre fue y será nuestra felicidad y que para ello nos dio la libertad.
Pase lo que pase, ahora o en el futuro, debes saber que nosotros tus padres siempre estaremos junto a ti. Puedes contar con nosotros porque te adoramos y jamás desearemos estar ausentes de tu vida. Somos parte tuya y tú eres la más importante parte nuestra.
A veces, y especialmente en estos momentos, es bueno que alguien te recuerde que mientras dispongamos de vida, nuevas oportunidades existirán. En ciertos momentos, cuando soplan esos vientos que complican nuestra existencia, es posible que en medio del fragor de la lucha entre los sentimientos y las pasiones nos olvidemos de lo que realmente tenemos. Sin darnos cuenta, nos sumergimos en las profundidades de la angustia, la frustración, la decepción y la desesperanza. Tanto, que actuamos olvidando que la realidad nos ofrece siempre nuevas y variadas oportunidades.
El dolor y el sufrimiento nunca llega por voluntad de tu Padre. Él tan sólo permite que existan para que puedas crecer, y así, algún día llegar a ser quien tú deseas ser; íntegra y completamente tú: ¡una persona única!
De este modo, el dolor y el sufrimiento siempre son una oportunidad para crecer como persona, para volver a encontrar a tus padres, a tus familiares y amigos, para hallar el camino del amor verdadero; una oportunidad de dar mucho, de dar lo mejor de ti a los demás. Son, aunque parezca increíble, ¡una oportunidad para llegar a ser más feliz!
Tus padres jamás te abandonaremos. Tu Padre pone su poder siempre a tu disposición para que cambies tus males por bien, para que no permitas que nadie te haga daño, que no hieran tu dignidad, Vales mucho, no mereces vivir en la mentira, o comprando afecto, el amor no se compra. Aquí encuentras una razón más para confiar en el amor de tus tres padres. La felicidad está al alcance de tus manos, la tienes a tu lado y en ti está la decisión de tomarla o dejarla o renunciar a ella, a cambio de migajas de compasión, o costumbre.
Fuiste creada por nosotros, tus padres, para ser feliz. Pero la felicidad real se obtiene luego de un largo aprendizaje, durante el cual todos debemos superar muchos errores.
Para quien busca su felicidad, los errores jamás serán un final. Ellos pueden ser una fuente de valiosas experiencias. Y cuando decidas transformar tus errores en experiencias, los estarás convirtiendo en tus mayores fortalezas. No te empeñes en corregir errores ajenos, en justificar a alguien que te hace daño, porque tal vez quien te hace daño no se da cuenta que te lo hace, no reconoce cuanto sufrimiento provoca en ti, un ser tan valioso, y a todos los que te amamos, el sufrimiento es de todos los que te amamos.
Aunque ahora no lo puedas creer, aunque no lo veas ni lo comprendas, no hay alguien como tú, ni quien pueda ocupar tu lugar dentro de nosotros, tus padres, que bien conoces, ni de tu Padre quien te conoce aún mejor que nosotros.

Mujeres fuertes son hoy más necesarias de lo que muchos creen: mujeres que se sepan valorar, que se respeten, mujeres que se acepten como son, y que siempre recuerden que Dios las creo para ser felices, la felicidad es un don.
Lo que acabo de decirte es tan importante que, independientemente de si obtienes o no el resultado esperado.
Tú tienes mucho. Mucho más de lo que puedes siquiera llegar a imaginar. El que en ocasiones no lo veas ni lo sientas, no significa que ésa sea tu realidad. Porque tu existencia no se limita a lo que tus sentidos te puedan entregar; ellos con frecuencia nos ayudan mucho, pero a veces también cometen errores.
Para comprender la real dimensión de tus posesiones, debes tratar de extender toda tu persona más lejos de lo que tus ojos te dejan ver, escuchar más allá de lo que tus oídos son capaces de percibir, y tratar de sentir con los auténticos sentimientos de tu corazón, los de tu alma, ya que los sentidos y sentimientos del cuerpo son de gran ayuda, pero están siempre reducidos a su limitada función.
Tus más valiosas posesiones son tus íntimas pertenencias, ésas que se encuentran protegidas y resguardadas por tu cuerpo, muy en tu interior, en ese lugar tan personal que llamas tu espíritu. Esas posesiones que puedes cultivar, te permiten proyectar tu existencia hacia lo más valioso en esta tierra, hacia lo que no tiene límites ni tamaño, hacia aquello que a veces nos parece visiblemente pequeño, pero que contiene un sensible valor eterno. Así, lo que por momentos nos pudo cautivar y pareció encandilarnos por su aparente valor en esta vida, descubrimos que es insignificante. Porque ellas, tus verdaderas posesiones, te permiten reconocer sin confusión lo único realmente valioso en tu vida: el amor verdadero
.
El verdadero amor es tan grande que no tiene medida. Por lo tanto, su valor siempre es infinito, incluso en esos actos que tantas veces despreciamos, porque nos parecen sin importancia y casi miserables; pero si te das cuenta que en ellos existe amor, apreciarás el tamaño infinito de lo pequeño, el valor eterno de cada instante de tu vida, de cada momento en que pones tu amor.
Tú tienes mucho más de lo que te es posible llegar a imaginar: tienes a Dios siempre a tu lado y también dentro de ti, porque en la sana conciencia de tu alma puedes encontrar Su verdad que no te pide ni te exige nada para Él. no te culpa ni te reprocha nada. Únicamente te pide que le permitas amarte. Además, nos tienes a nosotros tus padres, a tu familia y a tus verdaderos amigos, que quizás se apartan de ti, por no ver tu sufrimiento, por no reprocharte lo que haces día día, ellos siempre estaran para cuando los necesites, para cuando quieras darte otra oportunidad siempre estaremos contigo los que te amamos de verdad.
Valen mucho, las amo"

Entradas populares